Mejorar la sanidad no nos sacará de pobres, ¿o sí?

julio 18, 2019

Canarias está a la cola en los rankings por comunidades autónomas en sanidad, educación, dependencia y un largo etcétera de indicadores sociales que finalmente repercuten de forma objetiva sobre la cantidad y calidad de vida. En Canarias vivimos menos y con peor calidad.

Nos situamos también en el vagón de cola en cuestiones como pobreza, desigualdad social, pobreza infantil o desempleo, factores de riesgo decisivos para la salud. Que Canarias sea la peor región de España en mortalidad infantil no es casualidad ni es un problema exclusivamente sanitario.

La OMS lleva años insistiendo en que el principal reto sanitario de los países ricos es la  equidad, pero continuamos resistiéndonos a creer que la pobreza es también un problema de salud. Y todavía nos cuesta más entender que el sistema sanitario contribuye a crear una sociedad mejor y más justa.

La sanidad, junto a las pensiones, es probablemente el principal sistema de redistribución de la riqueza en nuestro país. Lástima que no sea la educación el motor de la justicia social. Así lo indica, por ejemplo, el mal funcionamiento del ascensor social. El que nace pobre tiene hijos e hijas pobres y este argumento no solo no debe hacernos dudar de la importancia de la educación pública gratuita, sino que pone de manifiesto que sin una adecuada financiación no cumple su objetivo fundamental: hacer llegar una educación de calidad a toda la población.

Y volviendo a la sanidad, no cabe duda de que los avances en Canarias pasan por una apropiada financiación, una planificación estratégica y mejoras en la gestión. Estoy convencido, además, de que en ese orden. La mejora de la sanidad debe repercutir en la mortalidad, el aumento de la esperanza de vida y especialmente en la reducción de la mortalidad infantil, que debe situarse en el entorno de la media estatal de forma inmediata.

Pero ¿y si la mejora de la sanidad no fuera suficiente para reducir la mortalidad?. Distintos estudios señalan, y la OMS reclama de forma insistente, que la pobreza y la desigualdad social constituyen un determinante en salud cada vez más importante. Por eso se apunta a la equidad como principal reto a asumir.
Triste ejemplo de inequidad en población dentro del circuito sanitario. Extraído de EL PAÍS
La universalidad y la gratuidad de la sanidad no solo son el reflejo de una sociedad madura, sino que contribuyen decididamente a hacerla más justa y a redistribuir la riqueza. La lucha contra la violencia machista, derechos LGTBI, protección de la infancia, abordaje de la soledad, la defensa de los cuidados en todas sus esferas, etc., son ejemplos de cómo humanizar la sanidad y contribuir al avance social.

La cantidad y calidad de vida y asumir que la pobreza es un problema de salud, deben ser prioridad en los sistemas sanitarios públicos. Por tanto, hay que ir más allá de la visión clásica medicalizada y comprometerse a la construcción de una sociedad más justa. Por eso es tan necesario una perspectiva social y de equidad en las políticas sanitarias.

Nos queda por tanto asumir que el sistema sanitario es también una herramienta de justicia social.  Un desafío, valiente y muy oportuno, para el futuro cercano de la sanidad canaria en estos tiempos de cambio político en Canarias.

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